Educación a distancia en el país
Cada vez más, las universidades migran hacia el ciberespacio
En cuatro años la demanda de clases virtuales creció 250%; se sumaron 54.880 alumnos
Gabriela Olavarrieta cursa en la Universidad Siglo XXI las materias teóricas online desde su casa en sus momentos libres y las prácticas en el edificio de la universidad. Foto: LA NACION / Graciela Calabrese
En los últimos años, más de 30 universidades públicas y privadas de la Argentina llevaron sus aulas al ciberespacio. Allí, cada vez más alumnos acceden a los materiales que deben preparar para aprobar las materias de la carrera que cursan desde la pantalla de su computadora. Y lo hacen, según coinciden docentes y estudiantes de estos campus virtuales, con las mismas exigencias que lo harían en el aula tradicional.
"Siento que tengo que estudiar igual que en mi primera carrera, cuando iba todos los días a cursar. Quizás estoy más grande...", dice, un poco en broma, la traductora Gabriela Olavarrieta, que a los 31 años quiso hacer un giro profesional y este año empezó a estudiar a distancia la licenciatura en recursos humanos.
"No iba a poder cursar todos los días con los horarios de trabajo alocados que tengo y con mayores responsabilidades que cuando vivía con mis padres", agrega, mientras por otro teléfono trata de que su proveedor de Internet le resuelva la falta de conexión. "Es que tengo un parcial el viernes y tengo que estudiar", explica.
Aunque el Ministerio de Educación asegura que no cuenta con estadísticas disponibles sobre la cantidad de instituciones educativas que ofrecen esta posibilidad ni de alumnos que la aprovechan, los especialistas consultados coinciden en que la educación a distancia está creciendo de manera sostenida desde los noventa. Además, no sólo la utilizan quienes viven lejos de las principales ciudades.
Como Gabriela, Lucas Salomon, que cursa el segundo año de la licenciatura en comercialización en la Universidad Siglo 21, vive en Buenos Aires. "Empecé una tecnicatura y me pasé a la carrera -cuenta-. En el trabajo puedo estar seis o catorce horas por día. Así, los horarios de estudio los manejo yo. Sé que un día por semana tengo que ir dos horas a una clase presencial. Hasta mis amigos se pasaron a carreras como martillero o recursos humanos. Hay que ser muy organizado para estudiar."
Según un informe del Banco Mundial publicado en 2005, la cantidad de universidades públicas que ofrecían educación a distancia creció un 62% entre 2000 y 2002. Y hoy, el 85% de las universidades argentinas ofrecen alguna forma de educación a distancia.
El único relevamiento local sobre el tema es de hace cuatro años, cuando se presentó en el VI Congreso Internacional de Educación Superior. El magíster José Francisco Martin y la licenciada Maida Diyarian recopilaron la información disponible hasta 2007 y estimaron que la oferta se había triplicado en 2002 y se había cuadruplicado en 2007, cuando el 46,6% de 103 instituciones del sistema universitario argentino ofrecían carreras de pregrado, grado y posgrado de manera virtual.
Mientras la demanda de las carreras presenciales crecía un 6% a partir de 2002, los alumnos de las aulas virtuales lo hicieron un 250% en las carreras de pregrado y grado: de 18.864 estudiantes a distancia en 2002, los campus virtuales se instalaron en las computadoras de 54.880 estudiantes en cuatro años.
"Y sigue creciendo. Hay instituciones muy serias, como también universidades a las que el sistema no les resulta por falta de recursos u otros motivos. Así como hay adversarios, hay defensores. Sé que cuando está muy bien diseñada llena vacíos", explica Martin, ex rector de la Universidad Nacional de Cuyo, ex director nacional de Gestión Universitaria y ex integrante de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau).
MÁS RESPETADO
Para la doctora Sara Pérez, secretaria académica de la Universidad de Quilmes, la "matrícula ha ido ganando reconocimiento del sistema universitario. Hoy, los alumnos se enorgullecen de que es hasta más difícil que la carrera presencial".
Y Roxana, que estudió licenciatura en hotelería y turismo en la Universidad Virtual de Quilmes (UVQ), lo confirma: "Se perfeccionaron las plataformas y es mucho más exigente porque hay que leer una gran cantidad de materiales y depende exclusivamente del alumno. Si uno no toma el ritmo, no puede cursar. De hecho, muchos abandonan".
La de Quilmes fue la primera universidad pública virtual del país. Cuenta con 8000 estudiantes argentinos y de otros 17 países en las ocho carreras que ofrece vía Internet. Unos 1700 profesionales están cursando algún posgrado. En la Universidad Nacional del Litoral Virtual, por ejemplo, cada año se incorporan unos 3000 alumnos a los más de 10.000 de todas las provincias argentinas, según publica online.
En las instituciones públicas y privadas hay que abonar una matrícula y una cuota mensual. Para las carreras de pregrado y grado, por ejemplo, eso oscila entre 200 y 500 pesos en las primeras y 700 pesos o más en los centros privados. Sólo basta utilizar un buscador online para encontrar la opción más conveniente.
"Los cursos son más económicos que los presenciales porque se reducen muchos costos", precisó el magíster Oscar De Majo, coordinador del Programa a Distancia (PAD) de la Universidad del Salvador y miembro del Panel de Expertos del Centro Virtual para el Desarrollo de Estándares de Calidad para la Educación Superior a Distancia para América Latina y el Caribe.
"Es una opción muy valorada por los adultos que dejaron una carrera y quieren retomarla, los que trabajan y quieren seguir estudiando y los que quieren empezar a hacerlo porque antes no pudieron -detalla Pérez, ex directora del programa de educación virtual de la Universidad de Quilmes-. Es una forma de acercarse a la formación universitaria cuando se vive lejos o por falta de tiempo."
Mientras el campus virtual de Quilmes atrae estudiantes de unos 37 años en promedio, el de la Universidad Siglo 21 concentra una población algo más joven. "El estudio a distancia es elegido mayoritariamente por los que tienen más de 25 años -explica su rector, licenciado Juan Carlos Rabatt-. Curiosamente, el nativo digital va a la universidad presencial a menos que no tenga alternativas. ¿Por qué el adolescente de 18 años querría estudiar a distancia si lo que le interesa es la conexión con sus pares? En las localidades lejanas, ésta es una opción inclusiva."
De hecho, los 160 centros de aprendizaje a los que, como Gabriela y Lucas, los alumnos deben concurrir dos horas por semana están diseminados desde Tierra del Fuego hasta Abra Pampa, en Jujuy, donde también cursan 25 collas. Si no, se puede optar por la modalidad a distancia exclusivamente. En Siglo 21, actualmente cursan 32.538 alumnos, con un crecimiento anual de la matrícula del 35,9 por ciento.
EL SISTEMA SE COMBINA CON CLASES PRESENCIALES
El alumno más austral que aprovecha esta nueva modalidad de educación a distancia reside en la Base Esperanza, de la Antártida, y su vecina más cercana es Mariel Zanini, para la que en Ushuaia ir una vez por semana a clase presencial le permite "interactuar con los compañeros, con los tutores, tener una contención [...] No estar sola".
En los centros de aprendizaje los alumnos trabajan en equipos con un tutor y presencian teleclases. Los parciales y los finales siempre son presenciales.
"Los sistemas de vanguardia deben asegurar que no haya fraude para que no se desprestigie el sistema", explica Rabatt. A pesar de la distancia, Mariel, como el resto de los alumnos consultados, dice que el contacto online con los profesores "da una cercanía impresionante".
Además, según agrega Mariel, de 36 años, que cursa el tercer año de abogacía, "me permite combinar el estudio con mis obligaciones personales y laborales, uno de los principales atributos que en este momento priorizo".
- Si tuvieras que recomendarle algo a un alumno, ¿qué sería?
-Que tenga conducta, que no pierda de vista la autodisciplina. Este sistema requiere por lo menos sentarse a estudiar 2 horas diarias.
Según explica Mariel, lo más importante a su modo de ver es que quien se decida por estos sistemas se abra a las nuevas tecnologías, donde puede descubrir un mundo totalmente distinto, lleno de posibilidades interactivas que lo van a sorprender.
Gabriela lo resume así: "Es atractivo y llevadero, además de que facilita un montón la organización de los horarios. ¡Podés estar en pijama en casa en una clase de álgebra o filosofía! Es una experiencia diferente y, por ahora, la estoy aprovechando mucho".