Un directivo de Google encendió la polémica al afirmar que los antecedentes académicos no aseguran a la empresa obtener lo que necesita de sus empleados
Jorge Mosqueira
LA NACION
Laszlo Bock
Cada época tiene su paradigma sagrado respecto de la gestión interna, basado en aquellas empresas que son más exitosas. Hubo un tiempo que primó el "fordismo", con su cadena de montaje en serie; otro en el que se afirmó el "toyotismo", dando lugar a los círculos de calidad y la calidad total, y ahora estamos pasando por la fiebre del "googlismo", no sin razón.
El resto de las empresas se alinean, miran y copian, a veces a contramano de sus propias necesidades y cultura, mediante el mismo mecanismo de las modas en el vestir. Pero más allá de estos disparates frecuentes, producto de la pereza intelectual, todo lo nuevo puede ser un aporte valioso si es considerado como opción, saliendo de una miope rutina. Tal es lo que sucede con las definiciones del vicepresidente de Recursos Humanos de Google, Laszlo Bock, quien afirma que "los antecedentes académicos no sirven para nada" y que "las puntuaciones de los candidatos en los test son inútiles como criterio de contratación".
Naturalmente, estas afirmaciones pondrán los pelos de punta a más de un académico, a los profesionales de recursos humanos y cualquier otro dirigente, convencidos todos de que ser buen alumno equivale a ser buen empleado. Este vínculo indiscutible es lo que cuestiona Laszlo Bock, debido a "la desconexión existente entre lo que se enseña en la universidad y el trabajo que se realiza en la compañía". Y amplía: "La gente que tiene éxito en la universidad es un tipo de gente específicamente entrenada para tener éxito en ese ambiente. Una de mis frustraciones cuando estaba en la universidad es que sabía que el profesor estaba buscando una respuesta específica".
Es un punto interesante, a considerar, cuando enfocamos la relación entre los estudios universitarios, tal como se siguen entendiendo en la mayoría de dichos establecimientos educativos, respecto de los requerimientos laborales de hoy. De algún modo denuncia un gran atraso en la educación en sus métodos de enseñanza, que conservan el propósito de formar profesionales estudiosos, pero, fundamentalmente, obedientes.
Cuanto más precisos sean los contenidos incorporados acríticamente, mayor será la puntuación obtenida, por lo que se premia la digestión indiscriminada, la ingesta cerebral acumulativa, sin procesar. Alguna vez, en este mismo espacio se mencionó aquello de que si Galileo (1564-1642) despertara hoy en un quirófano, no podría entender dónde se encuentra. Pero si lo hiciera en una universidad, no tendría dudas. Las metodologías educativas parecerían ir muy a la zaga de lo que hoy (y siempre, en realidad) se necesita para que la civilización avance positivamente en todos sus aspectos.
Entonces, si tomamos como referencia el promedio de las notas obtenidas durante la carrera, ¿qué nos dice, realmente, como para tenerlo en cuenta e incorporarlo al plantel? Aquello que no se discute permanece congelado y prontamente perimido. Tal vez la materia que nos falta aprobar es la del desprendimiento de ideas preconcebidas. Desprendimiento I, II y III, por lo menos, en cada carrera universitaria.
"Hemos llegado a la conclusión de que [los antecedentes académicos] no predicen nada", asegura Bock, quien explica que es algo que se está empezando a notar en las oficinas que la compañía tiene por todo el mundo.
La proporción de trabajadores de Google sin título universitario no para de crecer. Hay equipos en los que el 14% de los miembros nunca ha ido a la universidad. Algo para pensar.